Javier Gallego
Javier Gallego Crudo. Periodista y músico. Ha dirigido y
presentado el programa Carne Cruda en Radio 3. Antes dio con sus huesos
en la Cadena SER y M80, donde co-presentaba De nueve a nueve y media y
No somos nadie, respectivamente. Ha sido conductor de Esta mañana con
Pepa Bueno en TVE y guionista de CQC en La Sexta. Aún le queda tiempo
para dedicarse a la música, actualmente en el grupo Forastero. Ha
publicado relatos en dos libros y cuatro discos con diferentes
formaciones. Dedica pues poco tiempo a respirar pero lo hace con muchas
ganas.
El grado más avanzado de la corrupción no es el delito, es el cinismo con los que se comete o justifica el crimen.
No hay mayor degeneración que la del corrupto que no esconde su
condición y roba, engaña y hace daño abiertamente porque no ve su propia
inmundicia. Algunos dirigentes del Partido Popular han alcanzado ese
grado máximo de podredumbre moral. No solo son corruptos, son cínicos.
No se avergüenzan cuando mienten o cuando defienden acciones
deplorables. Actúan con desFACHAtez. No utilizo las mayúsculas porque
sea la derecha. No conoce ideología esta degeneración, la hemos visto
también en el otro ala de la política española. Digo que esa forma impúdica de delinquir es fascista.
Es pura soberbia, lejanía y prepotencia. Es la impunidad de quien se
piensa por encima de la ley, la de quien se impone por la fuerza, la del
que imparte la injusticia con un mazo.
En los
últimos días y semanas, hemos visto un rosario de hechos censurables del
partido del Gobierno justificados por algunos de sus miembros con
cinismo ante las cámaras y micrófonos. Hemos visto a Güemes llamar
“tontos” a los que ven, vemos, intolerable que fuera directivo de una
empresa privada que se ha beneficiado de un servicio que él privatizó
cuando estaba en la administración pública.
Güemes ha
tenido que dejar el cargo por la lógica polémica que a él le parece una
tontuna pero se ha ido diciendo que se ha coartado su libertad. Reclama para sí libertad quien compra y vende la de los demás.
Güemes ha dejado su puesto pero la empresa a la que benefició, Unilabs,
ya tiene lo que quería. Hay que ser muy cínico para hacerte la víctima
cuando eres verdugo. Hay que ser muy cínico para tomar el pelo a la
gente y encima llamarles tontos. El cínico nos toma por tontos porque se
cree muy listo.
Hemos visto a otros antiguos
compañeros suyos de partido defendiendo la legalidad de la acción de
Güemes. Utilizan la legalidad como si fuera una coartada. Pues hay hechos que no son delito pero son un crimen.
Hay hechos que son legales pero no son legítimos. Los cínicos confunden
voluntariamente los términos. Es propio de los cínicos utilizar la
legalidad a su conveniencia. Lo hemos visto en el caso Carromero.
Carromero ha cometido un delito juzgado y condenado por un tribunal
cubano pero hemos visto cómo lo han extraditado de urgencia de Cuba, le
han concedido la libertad nada más llegar a España y le han recolocado
en su antiguo puesto de trabajo con la velocidad de un coche de
carreras. A la misma velocidad con la que Carromero recupera el trabajo, miles de españoles lo pierden. Otro
cinismo del Gobierno. Además, hemos visto cómo Esperanza Aguirre ha
encumbrado a su colega como a un mártir del castrismo y le ha defendido
como a una víctima. Eso también es cinismo.
Es
descaro impúdico manipular la Justicia a tu antojo para favorecer a los
tuyos mientras la mayoría ve violados sus derechos. Y hay que ser muy
cínica para elevar a la categoría de héroe a un conductor temerario
condenado. Los cínicos del Gobierno defienden la temeridad, no en vano
ellos actúan temerariamente porque no temen las consecuencias. Y
protegen abiertamente a quienes hacen lo mismo. Por eso han indultado a
dos conductores temerarios y a cuatro Mossos d’Esquadra condenados por
torturas, es decir, por atemorizar con violencia. La impunidad del cínico se asienta en el temor que infunde a los demás.
Todo esto será legal, sí. Pero es repugnante. Repugna la corrupción pero ofende más aún la desfachatez, descaro y obscenidad con la que actúan estos corruptos. La
ofensa es doble. Y se multiplica en un momento en el que muchos
españoles atraviesan momentos penosos. Es ofensivo que Rodrigo Rato se
coloque con un sueldo millonario en la empresa privada, es obsceno que
Ignacio González se compre un piso por 770.000 euros y en dudosas
circunstancias en un país en el que están echando a la gente de sus
casas por miles y es cínico que salga la vicepresidenta del Gobierno a
fingir unas lágrimas por los desahuciados aunque no hace lo que tiene
que hacer para evitar que los sigan desalojando.
Pero a los cínicos del PP nada de esto les parece escandaloso. Los cínicos niegan lo que todo el mundo ve. Pues
no hay cinismo que pueda negar que Bárcenas se enriqueció como tesorero
del Partido Popular. Ni hay cinismo que pueda esconder que durante dos
décadas pagó sobresueldos a los miembros del partido en dinero negro,
según publica hoy El Mundo. Tampoco hay cinismo que pueda justificar al
presidente del Gobierno y a la presidenta del partido que sabían que
esto ocurría. Como no hay cinismo que pueda explicar por qué Bárcenas
sigue teniendo despacho, coche y secretaria en el PP si fue expulsado
del partido, como publica hoy nuestro diario.
En España malversamos tanto que le hemos malversado hasta el sentido de la palabra “cínico”.
Los cínicos griegos practicaban la austeridad frente al derroche de los
poderosos y denunciaban con su sarcasmo los excesos, vicios y robos de
las clases adineradas. En nuestro país, sin embargo, los cínicos se ríen
de los más pobres robando, derrochando, prevaricando y mintiendo en sus
narices. Tendríamos que ser todos muy cínicos para seguir tolerándolo.